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Tokio Blues, Kafka en la orilla y el arte griego

Haruki Murakami, escribe Tokio Blues como si pretendiera absorver al lector en su origen trágico. Quizás por el suicidio anunciado de la novia de Toru Watanabe, protagonista de Norwegian Wood, y la apestosa idea de acabar sus días en un instituto psiquiátrico. La relaciones sexuales que Watanabe mantiene a lo largo de la novela hacen a cierta catarsis que conlleva la lectura de Tokio Blues. El autor es astuto en la elección de pasajes musicales y también de imágenes.
La tragedia de Tokio Blues es reemplazada por cierto realismo mágico al hablar de Kafka en la orilla.  Para mí, antes de leer el libro, el título hacía referencia a Franz Kafka pero resulta ser el nombre de una canción (...) El desenfrenado y exitoso intento de huir de casa de Kafka lo hacen ver fortunado. Se desprende de Kafka en la orilla cierto asco (conotación con lo feo), presente en la figura de Johnnie Walker que despedaza gatos como si su pretensión fuese un estudio de los felinos.

Si bien Nietzsche advierte en El drama musical griego lo irreversible de ciertas vivencias, como las del teatro griego, debido a que la armonía se posa sobre la melodía; la potencia del coro es derivada, en la modernidad, en un teatro para ver; y las vestimentas ya no son tan libres como las de Esquilo. Queda la pregunta de si algunos autores contemporáneos pueden retroraernos al arte trágico griego.